Thursday, September 21, 2006




EL JAZZ, ¿SATURNO DEVORANDO A SUS HIJOS? By Miguel Vera Cifras

El jazz, como otras músicas, ha sido muchas veces un territorio cultural y estético regido por una hegemonía conservadora o pseudo vanguardista que ha plagiado, saqueado o expropiado la búsqueda de auténticos creadores que con frecuencia han subido tarde o por la puerta trasera al tablado estelar. ¿Será una imagen demasiado cruel?.
















LA MUJER: SU ROL CÓMICO EN EL JAZZ By Miguel Vera Cifras


El rol cómico de la mujer era un asunto frecuente en muchos espectáculos populares de las primeras décadas del siglo XX y en el caso chileno, el estereotipo de la “gorda cómica” sobrevivirá en la revista musical hasta entrados los años sesentas. Representa una paradojal liberación del sensualismo que acosa el rol femenino, ya que no hace sino consagrarlo toda vez que excluye a la mujer gorda de todo encanto erótico o sensual, restringiéndola a papeles asociados al costumbrismo cómico o derechamente, a lo grotesco circense.

En Los Estados Unidos, referente hegemónico del jazz en aquel entonces, el caso más llamativo es el de la cantante y bailarina Velma Middleton, quien con un evidente sobrepeso, hacía piruetas en el suelo abriéndose de piernas y bailando con una agilidad envidiable. Se unió a la Orquesta de Louis Armstrong en 1942 y murió en 1961 en una de las giras de Satcmo a Africa. Hoy día sabemos que, al parecer, fue una de las esposas en secreto del célebre trompetista, matrimonio que ambos mantuvieron en absoluto silencio y sólo recientemente fue develado gracias al estudio del historiador norteamericano Laurence Bergreen.

Velma Middleton estuvo en Chile, cuando Satchmo visitó nuestro país en 1957. En la revista ecrán del 10 de diciembre de 1957, Camilo Fernández escribe sobre ella: “Velma Middleton no nos gustó. Es una nota de colorido sin igual en el escenario, pero su “Saint Louis Blues” no convenció a nadie. Colaborando con Satchmo está muchísimo mejor”.

En Chile los números cómicos solían emplear mujeres gordas, ya sea en el género de la Revista o en el circense. En éste último, se destaca la cupletista gorda y bajista apodada “La porotito” a quien incluso se le cantaba un couplé.
Pero, sin duda, el caso más destacado es el de la chilena Olga Donoso, extraordinaria actriz cómica de la década del 30, “la más gorda y chispeante vedette del teatro revisteril en nuestro país, enloquecía al público con su ingenio y simpatía”, incluyendo e más de una oportunidad rutinas de One Step. Emprende en 1935 la formación de una compañía propia de “sainetes y variedades”, junto a otras actrices cómicas. Tres años más tarde, el Teatro Balmaceda la festeja en una función exclusiva, oportunidad en la cual fue llamada “la Mae West chilena”.

En los cincuentas encontramos a Olga Donoso en el Pigalle, con más de 25 años de actuación en radio y 18 en teatro, ocupando el primer puesto en el género cómico. Ella, al igual que su hermana Nené , forma parte de la escena y gremio de actores cómicos. Había comenzado como actriz a los 15 años, dedicando los 30 restantes a la bohemia y el arte teatral y cinematográfico. En 1952 Olga Donoso, fallece en el Hospital El Salvador de Santiago, rodeada de compañeras de actividades artísticas. “La gorda nacional” como la apoda El Mercurio en 1938, con más de 150 kilos de peso, hacia reír a gritos presentándose cada semana en la comedia “Los chavalillos talquinos” de Eugenio Retes, durante una aclamada temporada en el Teatro Balmaceda, donde además “en las coreografías y bailables de jazz” actuaba la rumbera y cancionista cubana Olga Hatuey junto a doce bailarinas que ejecutan las “nuevas fantasías de jazz”. Convivían así el jazz, los ritmos cubanos y la comedia humorística. Ese mismo invierno de 1938, se estrena la obra Cuando un huaso dice mijita “parodia del jazz-man Harry Roy y su orquesta e inspirada en el fox-trot Cuando un cubano dice te amo original de dicho músico”.

El clarinnetista inglés Harry Roy y su orquesta fue el “mayor suceso artístico” de Junio de 1938 arribando de Buenos Aires a Chile el viernes 10, saludó al público chileno a través de Radio Nacional de Agricultura, presentándose al día siguiente en el Teatro Central, para continuar luego en el Teatro Oriente, Teatro Hollywood y en el Tap Room del Hotel Ritz, donde asistieron muchas familias de la aristocracia chilena y el mundo diplomático. “Las excentricidades de los componentes de la orquesta en los graciosos sketches musicales que presentan han sido celebrados con carcajadas y aplausos” señala El Mercurio. El espectáculo contemplaba tramos ilustrados con piruetas, bailes, cantos y hasta sifonasos de los 16 instrumentistas (entre los cuales se contaba Ray Brown). El “animador” de la orquesta, Harry Roy, casado con la princesa Perla de Sarawak, tenía el encanto inglés de estar emparentado con la realeza, lo que cautivó a la clase alta, que incluso públicó la lista de familias asistentes al Diner-Dansant del Ritz. Como contrapartida, durante el mismo mes en que Harry Roy está aún en Chile, la obra de Enrique Venturino, ponía en tierra popular y de manera cómica parte de ese encanto.

Otra de las artistas cómicas fue Cora Celis, quien habiendo regresado a Santiago después de una exitosa campaña en el Perú y Ecuador, debuta el martes 2 de Abril de 1935 en el Teatro Balmaceda con la revista criolla “Al pasito y por las piedras” de Orlando Castillo y Eugenio Retes. Cora Celis era una célebre cancionista de estilo cómico que hacía “maquetas, caricaturas y parodias musicales imitando a Al Jolson, Chevalier y otras figuras líricas de la pantalla y del repertorio jazz”.

El trabajo de las mujeres en sketchs cómicos fue algo frecuente y en ello también se destacaron el Trio de estrellas del Varieté: Sarita Barrié, Elsa Vecksey y E. Gil Quesada quienes tuvieron presentaciones en Santiago durante el mes de marzo de 1935, con canciones, recitados y sketchs humorísticos.

La compañía Bataclánica de Luisita de Córdoba, abre la temporada de Otoño, estrenando el 2 de Abril de 1935 la revista “El mundo de jazz”, con letra del actor cómico Eugenio Retes y música adaptada por Oscar Trejos. En la revista intervenía el “negro saxofonista” (en ese orden) Carmelo Dávila, y las primeras figuras del elenco: Luisita de Córdoba, Olimpia Le Roy, Cora Díaz, Blanca Arce (que también actúa en los cuadros bufos), Eliana Saavedra y el cuadro de segundos tiples bailarinas que encabezan las hermanas Rosa y Carmen Hidalgo.

El mismo año, 1935, en el Teatro Balmaceda, aparece Ana González, la actriz cómica que se haría famosa con su inolvidable personaje La Desideria, participando en “conjuntos obreros” y más adelante en la década del cuarenta figura estelar en la transición de los grandes teatros revisteriles (Picaresque, Humoresque, Balmaceda, etc) a los teatros más pequeños, donde Ana González comparte escenario con la Orquesta de jazz de Buddy Day.

En 1944, la actriz realiza una parodia del un scatt de jazz en un fox trot de José Bohr que se llama “Yo quiero ser estrella” y que remite al imaginario hollywodense de la mujer que “debe” cultivar su belleza y convertirse en una Greta garbo, o Mae West para su hombre. El scat representa la voz como instrumento en pleno. Pero Ana González fue una de las tantas actrices que cantaron fox trot, scat, swing o Standard del repertorio norteamericano durante las décadas de 1930’s, 1940’s y 1950’s. Hubo otras. (SI QUIERES SABER MÁS, escríbeme a: veracifras@hotmail.com)




Tuesday, September 19, 2006

Saturday, September 16, 2006

EL JAZZ SIN CORBATA: LO HOLÍSTICO EN EL JAZZ CHILENO
Por Miguel Vera Cifras
Radio Universidad de Chile


Tras la visión unitaria de un jazz territorializado y ubicado en ciertas comunas acomodadas de Santiago de Chile, surge hoy la imagen de un jazz más ubicuo, fragmentario, interrelacionado y mediatizado, donde jóvenes y renovados músicos alumbran lo que los viejos barrían bajo la alfombra. Al campo de un jazz chileno con una hegemonía cuasi panóptica en poder de una elite, ingresan las identidades nómadas en diversas direcciones y cruces. La dicotomía jazz conservador-jazz moderno se abre en conurvaciones de clase, edades y género que la descolocan y la resitúan en una identidad mucho más performativa y elocutiva; realidad rizomática que se ramifica cada vez más aceleradamente.

Es la escena que vemos hoy: nuevos grupos y audiencias sumergidas en el gheto del anonimato y nuevos círculos se abren por todas partes, no sólo en el lado oficial de la formación académica (cuya experimentación, libertad y vuelo creativo es hoy indiscutible) sino también en la otra vereda, la no oficial, la del jazz del lenguaje impuro y hasta no-jazz. Es el jazz quiltro, chueco, y hasta chúcaro podríamos decir. Un jazz sin pedigrí, promiscuo, hecho más de discontinuidades y grietas que de historia ininterrumpida. A simple vista se trata de un híbrido que no se reproduce, cojo, como el jazz huachaca cuya genealogía arranca desde el fox trot de los años 20 y se sumerge para reaparecer con Roberto Parra y su revival en los 80’s. Por otra parte, ahora el jazzista es otro en un territorio diseminado. Si antes el foco hacía relucir el oro de su instrumento por sobre el polvo de sus zapatos en el escenario, ahora ya suben con los zapatos con barro delatando su procedencia, señalan su origen, su raíz, su realidad emocional y social, su disidencia ideológica (si la hay).

El jazz en Chile ha sido un largo un viaje: primero atravesar el portal del género, el daguerrotipo del dixieland estereotipado que cautivó a los primeros imitadores, la postal de un negro tocando saxo y el oro de una rubia copa de whisky entre el humo de los cigarros, acariciada por el profesional y empresario aficionado. Ha sido por años la imagen predominante en nuestro medio y quizás inevitablemente el primer puente que atravesamos hacia el otro lado del río a la Chimba de nuestro propio New Orleáns. Se rearticula hoy nuevamente un frente ideológico ABC1 vía radio Amadeus que pretende reposicionar el jazz como signo de distinción de clase. Es el extravío exterior, exiliado en el sistema neoliberal de la música.

Si para el primer viaje hay que abrir bien los ojos, para el segundo, en cambio, hay que cerrarlos. Es el viaje interior. Se diluyen las fronteras, los pájaros nocturnos del jazz comienzan a volar aquí y allá. “identifico el género, pero desconozco sus límites” ha escrito Joshua Redman. Y es que más allá de los estereotipos y las etapas de crecimiento, las nuevas tribus y clanes olfatean el camino, sabuesas de las figuras que se borran si uno las apunta con el dedo, lejos del idolocentrismo de los 80’s, el gran río del jazz en Chile nos arroja cada vez más nombres de origen como La Pincoyazz, La Pichanga, La Matraca y Periferia, la Conchalí Big Band, la KUT, Pedroband, Mediabanda, entre otros. Formaciones que se inclinan por el jazz quiltro, o por la experimentación junto a la cazuela, el recorrido del sonido crudo, espiritual en la fiesta. El núcleo patriarcal y homogéneo de un jazz nacionalizado, adulto y adinerado se disgrega hoy en un cúmulo de círculos, algunos con rasgos de tribu o clanes más jóvenes, vaciándose en meandros individuales donde la cuestión andina, ecológica, femenina, social, política, religiosa, suben con los músicos, sin limpiarse los zapatos, o descalzos a la tarima.

Aplaudámosles y escuchémosles, y mientras lo hacemos bajemos la mirada hacia nuestros pies. Son como los de ellos. El viaje recién comienza.